Marco histórico de la religiosidad popular

Methol Ferré, Alberto

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Este “nexo” presenta un artículo de Alberto Methol Ferré en el que el autor plantea la cuestión de la situación actual de la religiosidad popular en América Latina, enumera sus problemas esenciales, y analiza los componentes y las fases históricas y culturales que contribuyeron a la formación o a la destrucción de la religiosidad popular latinoamericana —la cual está ligada de forma muy estrecha a la historia de la Iglesia en América Latina—, deteniéndose en esquemas históricos básicos que sirven de apoyo a su reflexión.

Por un lado, el autor destaca el carácter mestizo de América Latina, que se configuró como “una mezcla de todas las razas”, lugar de encuentro de Asia, Europa y África, y subraya de modo especial la influencia de los componentes indígenas y negros — el autor no habla aquí “de discernimientos raciales, sino culturales-religiosos”— en la formación de la religiosidad popular latinoamericana. Methol Ferré explica que la gran diversidad de lenguas, niveles de cultura y formas religiosas de los pueblos indígenas vastamente dispersos en el espacio americano, así como de los africanos llevados a América, aunque no hayan sido tan distintas en lo esencial, han influido considerablemente en la multiformidad de la religiosidad popular latinoamericana. También observa que las interacciones entre la Iglesia y las religiones paganas dieron origen tanto a la religiosidad popular católica, cuando se trata de evangelización, como a formas de religiosidad popular no cristianas, cuando se trata de absorción de elementos cristianos en un conjunto religioso pagano.

Por otro lado, el pensador hace un breve recorrido por las épocas más importantes en la historia de América Latina que impulsaron la creatividad de la religiosidad popular o, por el contrario, la empobrecieron. Aquí se analizan las aportaciones medievales, barrocas, ilustradas católicas, románticas y conciliares del siglo XX.

El autor empieza esta parte del artículo con la exposición de la configuración fundamental de las formas de religiosidad cristiana medieval que llegan a América en el siglo XVI desde la península ibérica, trayendo consigo todo el “bagaje” lingüístico, cultural y religioso, acumulado a lo largo de los siglos: “Es a la vez la romanización y la originalidad germánica cristiana. A partir de ese momento puede hablarse de la configuración de un nuevo mundo cristiano, que alcanza nuevas expresiones y creaciones. Lo propiamente medieval” (p. 24). “Este universo medieval germano-romano, tan estético y lírico, está pletórico de imágenes y canciones. Proliferan santuarios, romerías, fiestas. Desde la Iglesia, a través de los misterios, de los autos sacramentales, vuelve el teatro. La fiesta incluye todo, desde la danza a la burla. […] Por el Camino de Santiago llegó la poesía amorosa provenzal, que bajó a España y Portugal de las altas damas a pastoras y aldeanas. Del mundo gálico-portugués nació la primera poesía lírica, las cantigas al amigo, de melancolía suave, con saudades que han transmitido a la poética popular brasileña. […] Por otra parte, no es necesario abundar en la posterior emergencia y difusión de las órdenes mendicantes, franciscanos y dominicos, que abren las órdenes terciarias laicas, y el pueblo se organiza en infinidad de cofradías con fines de comunión cultural y obras de misericordia. […] Y serán las dos órdenes mendicantes, franciscanos y dominicos, las que iniciarán la evangelización en América Latina” (pp. 26-27).

Después, el pensador analiza cuáles fueron las aportaciones del barroco, que trajo nuevas formas de piedad provenientes de la devotio moderna, más místicas, más sentimentales, abriendo caminos de “interioridad”, y sin derogar las anteriores medievales: “A partir de Felipe II ya estaba todo consumado, y se pasó a una segunda y larga etapa de asentamiento, silencioso pero profundo […]. Allí aparece la transculturación más radical, allí se gesta realmente la nueva América Latina. Allí toman sus rostros definidos nuestras formas de religiosidad popular. Ya entrado el siglo XVII, el asentamiento era general. La expresión más íntima de esa fusión fue realizada por el Barroco. […] Con el Barroco nace América Latina. O sea, bajo el Concilio de Trento. Ese es nuestro sustrato original, la conjunción de los tres componentes” (p. 28). “Cuando la vigencia de las formas barrocas decae en el siglo XVIII en los sectores altos de la sociedad, todavía siguen expresándose en el medio popular” (p. 29).

En cuanto a la Ilustración católica, que coexistió con la Ilustración deísta y materialista y que puede fijarse en América Latina entre 1740 y 1840, ésta fue adversa a la religiosidad popular y se arraigó sólo entre las clases altas, mientras que “el «pueblo» siguió en sus antiguos cauces sin retroalimentación intelectual”. Los elementos anticlericales y aun anticristianos de la Ilustración católica “se fueron acentuando hacia su ocaso”, por lo que en las primeras décadas del siglo XIX América Latina se quedó “sin obispos, sin seminarios, diezmada por las guerras de la Independencia y civiles” y con las órdenes religiosas perseguidas.

El autor destaca que a partir de la “consumación de la independencia” comienza una lenta reconstrucción de las Iglesias latinoamericanas, con la participación directa del papado (hasta ese momento impedida por la monarquía española), gracias a la cual se pudo realizar esa reconstrucción a escala continental. Vino la inevitable “romanización” de iglesias latinoamericanas: “romanización salvadora, a pesar de su desarraigo de la realidad latinoamericana”. Es el período de la restauración romántica, una especie de neobarroco. “Su culminación será el Concilio Vaticano I y el Concilio Latinoamericano de Roma de 1899. Allí no se introducen cambios con relación a la religiosidad popular, que prosigue en sus antiguos cauces tradicionales, sin renovarse profundamente. Sólo aparecen nuevas devociones. La presencia de Cristo es principalmente en el Sagrado Corazón. Se renuevan los congresos eucarísticos. Pero no hubo un gran arte romántico, como el barroco, en la Iglesia. Más bien diría que la catequesis comenzó a separarse de las artes, comenzó a aislarse de la vida artística, de su contexto, de su pueblo” (pp. 31-32). “En resumen, la restauración romántica, un neobarroco empobrecido, se establece en continuidad con el barroco, pero está lejos de su energía creadora, y su labor es más de mantenimiento. La religiosidad popular queda en un inmovilismo” (p. 32).

Y, finalmente, Methol Ferré concluye su escrito con el breve análisis del siglo XX, y más exactamente de la época del Concilio Vaticano II y las décadas posteriores a él, que resultaron ser un período de crisis y renovación, cuando se “inauguró un nuevo tiempo eclesial” que permitió a la Iglesia latinoamericana reabrirse a su historia y a la historia de América Latina. El autor observa que durante la primera etapa posconciliar “la religiosidad popular tuvo, dentro de la Iglesia Católica, el más grave eclipse, en siglos, por lo menos en la consideración de estratos sacerdotales e intelectuales de la Iglesia. Durante este primer período, la religiosidad popular fue menospreciada, vejada, a lo sumo tratada como mal inevitable, en vías de desaparición, rezago mágico, fetichista, que era necesario purificar en el mejor de los casos, o soportar en condescendencia provisoria” (p. 5). Mientras que durante la segunda etapa posconciliar la religiosidad popular “vuelve a reaparecer valorada en primer plano” y se arraiga de un modo “más esencial, más histórico, más dinámico”, libre de “un cierto inmovilismo secular”. “Ahora emerge en América Latina una nueva conciencia histórica de la Iglesia como Pueblo de Dios. Una Iglesia que busca avanzar nuevamente apoyándose en sus raíces profundas, populares. Ya comenzamos a renovarnos desde dentro y no sólo desde fuera. Ahora la inteligencia teológica latinoamericana redescubre a su pueblo, y están puestas las bases para una fecundación mutua, creadora y dinámica. Y esto con la mirada puesta en el horizonte de nuestros graves problemas de industrialización, urbanización, liberación de los oprimidos, lucha por la justicia, impulso a las ciencias y a las técnicas”.


Nº de páginas: 42 | Medidas: 155 x 215 cm | Lengua: castellano
Encuadernación: grapada | Peso: 70 gr | ISBN13: 978-84-120514-3-8
Publicaciones de la Cátedra de Historia de la Iglesia en América Latina, Abadía del Sacromonte
Año de la publicación:
2019